ERNESTO LUIS RODRÍGUEZ

ERNESTO LUIS RODRÍGUEZ
EL ÚLTIMO JUGLAR

sábado, 13 de febrero de 2016

ERNESTO LUÍS RODRÍGUEZ POR ARTE DE MAGIA. ADOLFO RODRÍGUEZ

ERNESTO LUÍS RODRÍGUEZ POR ARTE DE MAGIA
 ADOLFO RODRÍGUEZ
No de otra manera puede llamarse la gestión de Edgardo Malaspina en el Guárico, sacando libros de su editorial, como de un sombrero. Pero también exhumando valores, que publican otros, como esta biografía de Ernesto Luís Rodríguez: el último juglar, que lanza a las coordenadas de la conciencia nacional el Sacven en 2008. Prolífico en divulgar y comentar la obra ajena y consignar la suya a una voraz audiencia, he aquí que tal magia no es tan común, ya que siempre nos sorprende por lo novedosa e inesperada. Lee uno esta saga del muchacho de los versos cristalinos de una zaraceñidad señera, con esa delectación con que los cuentos de hadas narran cómo los santos anhelos y el tesón recompensan al desposeído hasta consagrarlo en los más altos sitiales del reino. Es lo que va avizorándose con el discurrir de esta existencia cuidadosamente armada por Edgardo con datos incontrovertibles, radiantes versos e ilustraciones con momentos estelares de la actuación del protagonista y su hermosa familia.  Un ensayo que colma una sed con respecto a la trayectoria de uno de los guariqueños que con mas fervor, cantó, amó y difundió los restos de un modo de ser, que si un día se extingue, habrá que bucearla en líneas como las trazadas por el poeta o reveladas por sus biógrafos. Esencialidad que jamás estuvo desarraigada de sus hechos  y decires.  Transcurren los instantes de esa niñez sin fin que preside la buena mujer que fue la madre, el padre errante, transfigurados en  versos con que el poeta cancela sueños y esperas.  La escuelita pobre en la que una maestra de colores guió los dedos tímidos, esa cesta de pájaros que llegaba a volcar cada amanecer frases y monosílabos, el aroma de cundeamor de los solares, la somnolencia del camino, los domingos de gallos y bolas criollas y el flux para la comunión o los viajes en un mundo donde no hubo más que manos amigas, fiestas cándidas y muchachas en flor. Santa reiteración en que la única ronda era alegría, definitivamente plasmada por Ernesto Luís en sus libros y reportada por Edgardo en relieves perdurables. El amoroso recorrido con que el joven y fructífero médico abona buena parte del tributo que debemos al juglar pasitrotero que izó su poesía en los más apartados rincones del país.          



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